Días entre estaciones
Leí Zeroville en agosto de 2013, mientras preparábamos la campaña de publicidad de La casa de hojas. La ciudad estaba medio desierta y hacía un calor insoportable. Me recuerdo en reuniones interesantes, amenizadas con un agradable aire acondicionado, de las que sin embargo deseaba librarme cuanto antes para reanudar la lectura del libro de Erickson. Una sensación que no se disfruta muy a menudo. En Aunque por supuesto terminas siendo tú mismo (el genial libro/conversación de cinco jornadas seguidas con David Foster Wallace en que se basa la tibia película El último tour), DFW dice de una novela anterior de Steve Erickson: “it’s really fucking good”; y yo, tras devorar todo lo escrito por Erickson antes del fin de aquel verano, me atrevo a matizar la afirmación de nuestro querido autor cambiando el sujeto: “he’s really fucking good”. Porque Erickson no ha escrito más que genialidades a lo largo de su carrera.
Zeroville es su novela más popular por ser la más cool. Publicada en 2007, narra las vicisitudes de Vikar, un exalumno de arquitectura y teología que llega a Los Ángeles la fecha en que Charles Manson estampa su firma en los anales del salvajismo. Con la cabeza rapada y el tatuaje craneal de una escena de Montgomery Cliff y Elizabeth Taylor en Un lugar en el sol, el protagonista busca en la Meca del Cine algo perdido que resulta no ser —únicamente— la esencia de las películas antes de que éstas se rindiesen del todo a la banalidad del mal gusto ordinario. Repleta de acción, colmada de giros incesantes y narrada con una envidiable economía de medios, Zeroville poseía todos los ingredientes para convertirse en el éxito de taquilla literario que acabó siendo. Poco después de contratar su traducción al castellano, James Franco anunció su propósito de convertirla en film, dirigiéndola y protagonizándola él mismo junto a Megan Fox. Terminada la producción, Franco vendió la película a la por entonces poderosa distribuidora Alchemy, la cual, en un devenir habitual en las turbulentas horas que vive la producción cultural mundial, quebró oficialmente el 30 de junio del presente año.
Pero Erickson es más que Zeroville. Para empezar, su primera novela, Días entre estaciones, recibió uno de los escasos elogios que Thomas Pynchon ha hecho públicos a lo largo de su vida. Hay motivos de sobra para ello. Erickson llevaba dos años intentando encontrar editorial para su opera prima cuando ésta cayó en manos de Melanie Jackson, famosa agente literaria, bisnieta de Roosevelt y representante de, entre otros/as, Tom McCarthy, Nicole Krauss, Cynthia Ozick, Wole Soyinka, Richard Powers, Rick Moody y, sí, Thomas Pynchon. Y cabe imaginar a una Jackson rendida ante la historia de un desconocido Erickson pidiendo a un tal Pynchon que validase su opinión sobre un primer producto tan loco como las propias creaciones de éste; petición que Thomas R. honró desde la más estricta profesionalidad —Días entre estaciones le gustó horrores—, pues no sería hasta años después cuando agente y autor decidieran unir senderos sentimentales.
Días entre estaciones narra sendas búsquedas de identidad de una mujer y un hombre. Él ha perdido la memoria; ella ha perdido a su hijo. La acción se desarrolla en Los Ángeles, París, Venecia y una pequeña localidad imaginaria de la costa atlántica francesa, y principalmente tiene lugar en tres momentos distintos: comienzos de los ochenta del siglo pasado, el fértil período de entreguerras y un presente atosigado por un cambio climático inmisericorde. Sus páginas contienen el germen de todo lo que Erickson desarrollaría después, hasta el punto de que los lectores de Zeroville reconocerán los tics de determinados personajes, establecerán paralelismos entre situaciones y podrán comenzar, en suma, el sutil juego de rayuela que el autor ha ido disponiendo desde la primera línea que publicó.
En la cubierta de nuestra edición aparece una fotografía de la actriz de cine mudo Mae Marsh. Marsh tuvo un papel relevante en la película El nacimiento de una nación, de D. W. Griffith. No voy a desvelar el porqué de nuestra elección, pero sí diré que el personaje masculino de la novela está libremente basado en Abel Gance, el rol femenino es fácilmente identificable con la esposa de éste, Marguerite Gance, y la película sobre la que pivota la narración es una suerte de escisión ficticia del film Napoleón, del propio Gance, cuya versión remasterizada (de 5 horas y media de duración) fue estrenada en la capital británica el pasado domingo 6 de noviembre, con el acompañamiento de la Orquesta Filarmónica de Londres. En la novela hay multitud de referencias, homenajes, alegorías e intertextos, pero lo mejor, como siempre, es leerla, disfrutarla e iniciarse —o afianzarse— en el culto a un magnífico autor del que, por fortuna, aún nos queda mucho por publicar.
El libro estará disponible en librerías españolas el 21 de noviembre de 2016, y quienes tengan difícil acceso a su compra, por cuestiones de tiempo o lejanía, pueden comprarlo ya aquí y lo recibirán en su domicilio el día hábil siguiente vía MRW.