Leí Zeroville en agosto de 2013, mientras preparábamos la campaña de publicidad de La casa de hojas. La ciudad estaba medio desierta y hacía un calor insoportable. Me recuerdo en reuniones interesantes, amenizadas con un agradable aire acondicionado, de las que sin embargo deseaba librarme cuanto antes para reanudar la lectura del libro de Erickson.
